jueves, 11 de junio de 2015

Victimas y Victimarios.

La aceptación es el primer paso, dicen por ahí. Yo creo que el amor propio es el primer paso hacia la aceptación. Si bien la base de la vida es el amor, hay otras cosas que son tan fundamentales como aquello. Sí, la consideración con nuestros sentimientos o alguna otra cosa loca como: decidir cuando el futuro de nuestra vida, una vida que va a de la mano con el amor, más no sobre el amor.


E inoportunamente llega una persona a tocar en nuestras vidas. Sí, entre, bien pueda, todo está un poquito desordenado, disculpe. Pero no nos fijamos que la vida de la otra persona esté en buenas condiciones. Tiene una que otra grieta emocional y por ahí deja filtrar turbulencias que más adelante van a elevar todos nuestros sentimientos. A mi me gusta conversar mucho sobre gustos y claro, disgustos. Me gustan las tardes de café y cobijas. Me gusta ser en su vida lo que más o menos esa persona sea en la mía. Todos los atardeceres y los amaneceres van bien, uno, cinco, veinte, más del año; cuando de repente llega alguien que hace que perdamos ese rinconcito... cedido. ¿Nosotros somos victimas o victimarios? ¿Victimas por haber caído en ese tanque de quimeras falsas, las cuales eran de otra persona que las rubostecia y tan solo nosotros eramos el adjudicatario? o ¿Victimarios por haber irrumpido en la vida de la persona en el peor momento, confundir y enredarle más la cabeza?
No queriendo aceptar la segunda, quizás sea la más correcta. Entonces ahí está esa persona y ahí esta uno y en la cabeza de la persona, la aversión en carne latente. Ya no estamos ni en su cuerpo, ni en su alma, y ahora mucho menos en sus pensamientos. Díganme, pero díganme: ¿Qué vamos hacer ahora? nosotros nos podríamos marchar, pero no queremos. Nosotros nos podríamos quedar, pero no queremos transigir la premisa de que están pensando en alguien más. Entonces ahora hay un problema gigante: Negarse el amor que se le tiene a la otra persona e iniciar a retomar el amor propio. De un momento a otro creemos pertenecer a ese individuo o que de dicha forma: ese individuo nos pertenece. Cuando en realidad, solo nos acompañamos. No sabemos en que momento sucede, quizás una tarde mientras tomábamos el café de 5. Les llegó una visita inesperada a el hipocampo y no hay nada que la desaloje. Uno es victima de su propio amor y victimario de sus propio coqueteo.  Ahora todos los bellos momentos de su viejo amor están abriendo un gigantesco boquete entre el presente y el pretérito. Ni los cigarrillos despejan las dudas. Solo hay una solución. Pero la solución la debemos dar nosotros. Vamos temerosos por vernos en ese abismo emocional. La respuesta está en nuestra falta de voluntad.  Es que nos gusta tanto vivir entre la vida de alguien que nos hacemos daño al desdeñarnos de sus abrazos, de sus ojos, de su ser; pero el amor propio nos exige tranquilidad.  
Entonces las cosas van así: Aceptar ir al buen amor porque es un bienestar a largo plazo. Las herida que son muy profundas cicatrizan bien. No sabemos que puede estar pasando por la cabeza de la otra persona, pero la decisión es propia. Vamos quitándonos el amor y doblándolo, para dejarlo lindo y sin arruguitas. Lo dejamos ahí, en un lugar bonito, sin estorbos. Y desempolvamos el amor propio. Que envergadura tan linda tiene, brilla y reluce nuestras más grandes calañas. Nos hace caer en cuenta nuestro valor y todavía guarda y poco de dignidad. Vistámonos de dignidad. De todos los amores el más bonito es el que se entrega completo y si no se va a poder ejercer de forma a priori , es mejor no tener un amor; No sería un amor bonito.

Carta de un amor doliente de lo que era su bonito amor:

"Me encantaba aquel medio dramático que mantenía triste, pero ¿Cómo es que hacía para alegrarme a mi? Me decía alguna vez acostado sobre el frío verde qué sin mi se moría y yo si le dije: "viveme porque en esto me consumo y por ahí derecho vos". Como si se lo hubiese pedido, me besó. Pero no como otros hombres me habían besado. Él me besó: la tristeza, la amargura, las ganas de abandonar todo. Y se rió de mi soledad. Me besó en el corto tiempo de mi suspiros. Me sonrió y cuando menos pensé me abrazó, fue uniendo cada una de mis dolencias. Yo no sabía de que otra forma agradecer que mirarlo horas mientras me hablaba, aunque no le entendía mucho lo que decía. ¿Cómo sentirme al lado de ese ser que supo ahuyentar mi soledad? Me preguntó que si lo quería: - No sea necio, si no lo hiciera no estaría aquí a su lado, en su vida. Ahora pienso que marcar ese día, esa tarde en la pared más bella sería una grandiosa idea. No nos negábamos a desvivirnos.
Abreviando mil noches y pocos días: Era un amor completo.

Pensar que una tonta y absurda obsesión a un par de letras banales sobre la belleza de una mujer deslumbrante y despampanante que sin más fue generando en él, una especie de selva con miles de recuerdos, en este caso recuerdos que no parecían irse. Para él yo era su todo y era el problema que le daba solución a sus problemas. Ya podía ver que no era así. Para mi, él era mi mayor problema al que la solución era yo. Porque yo tengo claro soy mía, mía maldita vida, la mía.
Muchacho necio, no se queje porque en cada duda me perdió; estúpida vez la que me dijiste te amo. Vos nunca me has amado, idiota, ni poquito. Yo menos mal me amo y te dejé. Vete a lo más recóndito de mi vida, desde hace medio segundo sos pasado. Lo único que quiero es que ni me busques ni me olvides. ¡A quién engaño! Te odio, te amo, amor mío. Soy el polvo mal hecho de tu vida. Polvo sos y polvo serás. Le odio cada vez que me acuerdo que le amo.
Mi vida, mi pobre vida no merece tantos daños. Así que "¡Vida buena, amor mío!"".



Jake Mate, amor bonito.

Azulética.