martes, 3 de julio de 2018

Quiero que digan que viví.

"Lucha para que sean libres y vuelen más alto que yo. Pelea para que griten más fuerte que yo."
Cristina Torres



Quiero que digan que viví.


Quiero que digan que viví. Entre los años adolescentes en los que me descubría como agente política sensible y los años de una adultez joven me he topado con distintos caminos, distintas ideologías, distintas posiciones, distintas contradicciones, distintas decepciones y distintos aprendizajes. Los años — que han sido pocos — me han nutrido y forjado en la mejor escuela: la lucha por la justicia o el esfuerzo incierto por las causas justas. Quiero que digan que viví. Nací en principios sociales y comunitarios que me enseñaron a valorar mis privilegios para sobre ellos pedir los derechos de los acosados por el olvido de un país sin memoria. Crecí — y sigo creciendo — tomando posición de las causas, aunque no fuesen mías (se lo aprendí a papá), con mucho amor por mis raíces (se lo aprendí a mamá) y mucha dignidad (lo más lindo que le aprendí a mi abuela). Quiero que digan que viví. No he callado ni un solo día, ni un solo día he cedido a la censura por nacer mujer, por nacer chola, por nacer gritando. Quiero que digan que viví. Me intrigan las artes y las letras, pero sobre todo la mezcla cultural de una tierra tan colorida como en la que nací. Quiero que digan que viví. Ha sido difícil chocarme con mis privilegios, pero prometí usarlos para ponerme al servicio de los sueños colectivos, de ser más humana que persona. Quiero que digan que viví. Descubrí en mi identidad y genero una razón de lucha, me descubrí mujer autónoma, me descubrí feminista. Quiero que digan que viví. Al hoy, soy un río de contradicciones, por lo que soy mi crítica más fuerte, por lo que me gusta el "ensayo, error y corrección". Quiero que digan que viví. Considero al amor la relación política más importante de todo ser humano, una relación horizontal — creo que la única posible y sana — entre compañeros/as de vida. Quiero que digan que viví. Las emociones, a las que muchos le huyen por ser antítesis de la razón, las creo fundamentales para sociedades poco empáticas y humanas, sociedades mercantilizadas y consumidas en la dinámica oferta-demanda. Quiero que digan que viví. He caminado, gritado, llorado, reído, asumido y negado porque ser mujer siempre ha dolido, por parir, abortar, o criar. Quiero que digan que viví. Creo en la legitima defensa como Amalia en la Antología del Feminismo. Quiero que digan que viví. Sobreviví a la violencia de una sociedad patriarcal y misógina; quisiera ser la ultima. Nos deseo vivas. Quiero que digan que viví. No oculto la lujuria que me produce un buen aroma, un abrazo sincero y un beso largo, todo a su medida de la persona correcta. Quiero que digan que viví. La familia es la institución más sobre-valorada que existe, por legitimar la mentira, el engaño y la envidia, las cuales me parecen nocivas. Quiero que digan que viví. Los libros nuevos y el chocolate hacen buena mezcla cuando no deseo salir a la contaminada ciudad. Quiero que digan que viví. Cuando algo me duele mucho, lo mejor es un corte de cabello, unas horas nadando o una noche de amigas/os. Quiero que digan que viví. Mi canción favorita en el mundo es la risa de mi papá (a él, lo que soy). Quiero que digan que viví. Le temo a la muerte, porque es la única lucha en la que ya sé quién ganará. Quiero que digan que viví. Le he entregado días enteros a los vicios solitarios, y no me gustaron. Quiero que digan que viví. La bondad es lo que viene en los detalles simples. Quiero que digan que viví. Estoy dispuesta a seguir creciendo y (des)aprendiendo porque es mi razón de ser. Quiero que digan que viví. Encuentro en la confrontación el motivo de conocer. Quiero que digan que viví. He perdido amores, amigos, familia, y hasta a mí misma. He dejado ir sus cuerpos, pero sus esencias permanecen en mi. Quiero que digan que viví. Aprendí a gozar la vida en la dosis justa, porque reconozco la importancia del proceso en el resultado final. Quiero que digan que viví. Soy autónoma de mi cuerpo, yo decido quién y qué entra en mí. Quiero que digan que viví. Me gusta estar a la altura de las circunstancias, por eso me gustan los tacones. Quiero que digan que viví. Han sufrido de amor por mí, y yo he sufrido de amor por muchos tantos. Quiero que digan que viví. Me asumo como individua en constante interacción con la colectividad. Quiero que digan que viví. Me apasiona la academia, pero sin praxis no hay retroalimentación. Quiero que digan que viví. Quiero que digan que luché. Quiero que digan que no me rendí. Quiero que digan que dí todo de mi.. Quiero que digan que amé. Quiero que digan que tomé partido. Quiero que digan que odié. Quiero que digan que fui inocente. Quiero que digan que no me dejé. Quiero que digan que jamás me detuve. Quiero que pensé en mi. Quiero que digan que me dolía la injusticia. 

No censuren mi alma cuando ya no esté.

Quiero que digan que viví, porque lo intento a diario.

lunes, 13 de noviembre de 2017

¿El amor verdadero?

"¿Y quién no tiene un amor?


¿Y quién no goza entre amapolas?"


-Alejandra Pizarnik





Dicen que una relación sana y estable, es aquella donde todo es reciproco, donde ambos dan en igual medida, donde –como la canción - es dando y dando. Pero, yo digo: ¿es posible eso? 

Nuestro presente se mueve en una sociedad que ha prostituido tanto el amor y todo aquello bonito de compartirse con alguien más que ahora no es más que vínculos posesivos, infidelidades, promesas a corto plazo, palabras sin sentimientos y enésimas de fantasías –más que todo sexuales -.  Una sociedad donde difícilmente uno encuentra amores puros, sinceros, valientes, intrépidos, honestos y leales. Una sociedad donde las relaciones ya no duran más de unas cuantas noches y no importa edad, sexo, género, espectro político; ya nadie cree ni dice “por siempre", y es que todos nos creemos reemplazables.  O bueno, esas generalidades son las que escucho a diario.

En algún momento –como todos- pensé en encontrar al hombre con el que iba a llegar tan lejos que ni mis expectativas alcanzaban a visualizar ese futuro. El apego creó ilusiones en mi, la inocencia florecía, la honestidad y la sinceridad eran mi única arma. Pero, cuando llega el desamor uno se jura y jura al mundo meter los sentimientos en una cajita y no abrirla jamás, no se desea volver a entregarse en cuerpo y alma a una posible desilusión. La vida es necia, muy ingrata y olvida fácil lo que ya le ha hecho vivir a uno, por eso sin pedirlo te pone en el camino otras posibilidades de amar en las que se debe escoger si entregarse o no, entre seguir la travesía solo o con acompañante. Y como quién no quiere la cosa, ahí voy, arriesgándome de nuevo, pero confiando menos, dudando más y entregándome de a poquitos. No sé si a la otra persona la vida la ha hecho estar igual o más rota que yo, ambos con miedo, pero intentándolo, amarrándose de la credulidad.

En la ciudad se dice mucho, pero yo creo que en las relaciones, alguno de los dos termina dando más que el otro; pero no siempre. Es una balanza, quizá un día está más inclinada a la izquierda, quizá estoy dando el 80%, pero la otra persona debe procurar equilibrarla, dar de más para que al día siguiente se incline hacia la derecha porque tan solo puedo dar el 20%. El problema es cuando casi siempre – o siempre - está inclinada sobre el mismo lado, la misma persona dando el 80% o el 70% o el 90%. No hay seguridad de cuantos golpes le ha dado la vida a el otro, pero tampoco uno no está para justificar y perdonar qué la otra persona no tenga la intención de esforzarse para equilibrar la balanza, mil veces no, porque es que no estamos para recibir amores a medias.  No debemos esperar en esos corazones que tan solo nos quieran entregar amores heridos, amores con miedo; de ahí hay que partir. Por ahí dicen: si no haces introspección se te aparece tu ex en el cuerpo de otro, así que conózcanse, confíen en sí mismos y esperen a encontrar a esa persona de la que no tengan que esperar nada porque sin pedirlo, les darán todo y hasta de más. Alguien que este dispuesto a equilibrar la balanza. No hay que perder las ganas de amar mucho.

Y entre tanto yo me pregunto ¿será que todavía debo guardar la esperanza o debo sucumbir? ¿Nos criaron para ser incondicionales y constantes con quien queremos? ¿Por qué condenarnos a recibir sobras porque la sociedad dicta que ese es el camino? ¿Qué tanto hay que esperar para comenzar a creer en el amor para toda la vida? Como en Peter Pan, cada vez que alguien decía que no existían las Hadas, moría una. Así es como cada vez que alguien dice que ya no va creer en el amor verdadero, sano y puro, las esperanzas desfallecen. Tantas preguntas que quedan en mi cabeza cuando veo los ideales nocivos que existen sobre lo que debe ser el amor, solo buscan atar,atar y atar. Por eso, le tienen miedo a la estabilidad emocional y prefieren la intermitencia, la libertad de llenar su corazón de vacíos. La sociedad creó un gran circulo vicioso donde las relaciones atan, las personas huyen de ellas y otros luchamos porque no pierdan la fe en el amor.

No hay que perder la esperanza, quizá el amor de sus vidas está pasando mientras leen este texto.


Esperen, paciencia y cuando encuentren no aten sino que amen,amen tanto que les duela el alma de la felicidad.

Lo contrario de vivir es no arriesgarse.

martes, 22 de agosto de 2017

Vivir(te)

Partir 

deshacerse de las miradas

piedras opresoras

que duermen en la garganta.


-Alejandra Pizarnik 

¿Por qué nos es tan difícil dejar que las malas experiencias con los amores pasados nos predispongan totalmente a vivir las nuevas historias con toda la inocencia y tranquilidad?


Sin embargo…

Yo no podré, jamás, estar en contra de sentir amor por alguien y menos sugestionar mi corazón ante cualquier sentimiento bonito. Yo quiero vivir el día a día enamorándome de la vida, de las oportunidades que nos da el destino de conocer personas nuevas, de los ojos del chico en la parada del autobús, de las mariposas que invaden mi cuerpo cuando usted me roza.

El amor nos pone en estado de paz mental, reduce el estrés y fortalece el corazón. Y cuando estoy con usted siento la confianza de ser plenamente yo misma, siento que puedo darle el privilegio de ser querido por mí.  Y cuando usted me mira fijamente es reflejarme en mi lugar favorito. Y cuando usted me habla, todas mis cargas pasan a un segundo plano.

Yo no me niego a sentir amor por su alma, así usted no lo sienta en igual proporción. Lo hago más por mí que por usted, porque no me puedo guardar todo esto que me hace sentir cada vez que estoy a centímetros de su pecho, de su boca, de su nariz. Yo quiero vivir sintiendo lo bonito de estar con usted.

Los vaivenes del pasado pesan y no por eso sucumbo ante la idea de quererlo mío.

El amor que yo siento por usted es tan noble, tan bueno, tan puro que no conoce de maldad. Hombre, no sea necio deje que lo quiera bonito. Uno no puede controlar ese instinto de “encontré mi lugar” y cuando llegó usted, me dejé llevar.

Yo no quiero pensar en un pasado egoísta, un pasado que me jugó mal, un pasado mal pago. Yo quiero aprovechar su compañía, su risa, sus abrazos, sus historias y vivir el presente, vivirlo a usted.


El presente es lindo porque usted está en mi vida. 

A mi me gusta así, dar todo.




lunes, 1 de mayo de 2017

Para las diferencias, el amor.

Quisiera convencer a muchos necios de que sí es verdad que los polos opuestos se atraen, porque es la única respuesta que encuentro cuando me pregunto por mi repentino interés - o capricho- por él.

Para Bourdieu los individuos nos asociamos según la forma de pensar, obrar, sentir y compartir estilos de vida parecidos, se le llama: "Habitus", y este nos orienta para organizarnos con otros individuos que tengan capitales de igual volumen que nosotros, es decir, para estar en círculos sociales adecuados para nosotros y nosotros adecuados a ellos. 

Entre mis deseos y odios, entre tus deseos y tus odios, no hay compatibles. 

Tú dices derechas cuando yo ya estoy en la izquierda. 
Tú dices abajo cuando me gusta más arriba. 
Tú prefieres los números y yo las letras.

Entre lo abstracto también está el destino, y no sé en qué momento tu camino se cruzó con el mío; entre pocas posibilidades, somos el único por ciento. Cuando te miré por primera vez, sabía que entre tus ojos nublados no me podría reflejar, y cuando te escuché hablar no entendía tus palabras ni tus temas de interés. Fue poco lo que alcancé a detallar de tu rostro y mucho lo que me faltó recorrer. 

Soy una mujer de retos, de aventuras y de impulsos, por eso me atreví a dar paso a la primera conversación, te hablé sobre los vicios que pueden ahogar al ser humano, aunque cada uno tengamos distintos Habitus, todos los seres humanos tenemos ocio y ansiedad - con sus diferencias, claro-. Tienes una vida muy agitada y te gusta estar entre amigos para evitar la soledad. Yo con una vida más calmada añoro cualquier momento de soledad. 

Firmemente creo que entre tantas diferencias hay mucho que conocer, pero ¿cómo lo convenzo de estar con alguien como yo? No quiero perderme tratando de encontrarte, porque el riesgo es muy grande, el costo es: entregar hasta el alma.

Yo quiero regalarte una noche, otra conversación, una cerveza y toda mi atención; dame tu disposición. Yo quiero conocerte, en toda la extensión de la palabra, y entenderte para así encontrar lo bueno que hay en ti. No sé qué tienes que sin argumento alguno no dejo de pensar en ti.


Bourdieu hizo una teoría sobre la estructura social, esta se fundamenta en las relaciones entre individuos, pero no tuvo en cuenta que el amor es transversal a ellas, los sentimientos y la química las rodean, quizás por exceptuar esto no se logra un dialogo total mientras se conoce a alguien y mucho menos se rompen barreras que hacen los esquemas, quizás por eso buscamos el amor entre nuestro propio Habitus cuando debe estar en otro, porque los polos opuestos sí se atraen.  Y debe ser un placer descifrar en otra persona lo que nosotros reprimimos. 

lunes, 2 de enero de 2017

Ambos sin ninguno.


Mañana me vestirán con cenizas al alba, me llenarán la boca de flores. Aprenderé a dormir en la memoria de un muro, en la respiración de un animal que sueña.



- Alejandra Pikarnik




Él se marchó de mi vida por partes, por momentos. Él no quiso enfrentarse contra su razón y su placer, no quiso aceptar que me amaba menos y que quería probar la lujuria y lo fugaz, por eso se marchó de a poco. Él no daba puntada sin dedal, y por eso toda su magia en un momento fue intermitente, vaga, nula. Él, ya no era honesto consigo mismo, mucho menos conmigo. Él se marchó el día que más lo quise.

Yo muchas veces advertí mi partida, pero esa hora nunca llegaba. Yo me negaba a la idea de alejarme a pesar de sentir ente sus abrazos el frío helado del olvido, me negaba a tirar por la borda todo el amor que había en mi ser, me sentía obligada a seguir intentando más por mí que por él. Yo no encontraba respuesta a sus dudas por mi amor, hasta dudaba de mi misma y ahí, me fallé. Yo lo dejé ir así lo quisiera.

Ambos vivimos intensamente una complicidad, un amor —quizá, no lo fue—, un delirio, una rima de rock ochentero. Ambos vivíamos en ansias de abrazarnos y entrelazar nuestras manos, no había mejor lugar que ese segundo. Ambos odiábamos los defectos del otro y besábamos nuestras virtudes, ambos nos deleitábamos con los gemidos del otro. Él de mí amaba la forma acelerada de hablar de música y literatura. Yo de él amaba su vehemencia al apreciar los paisajes y mi piel. Ambos sabíamos el lugar exacto para tocarnos.

Él se marchó. Yo lo dejé ir.

Logró vivir con eso por algunos meses, regresó por la paz que le producía tenerme en sus brazos, yo me lancé a él por la lucidez que lograba en su cuello. Ambos habíamos rehecho el amor con alguien más, pero solo interesó el momento en que nuestros ojos se reflejaron brillantes y dilatados uno frente al otro. Yo lo amé, él me amó; por dos horas. De nuevo, fuimos delirio y paz.

Un último beso que no mintió, el último abrazo en el que le dimos un vistazo al cielo; un “te quiero” implícito. Él tomó la derecha, yo la izquierda. Me pidió compañía de nuevo, yo quería soledad.

Yo me marché. Él me dejó ir.

El pasado nos tocó la puerta, pero no tenía nada nuevo que decir. Sentí la libertad y la tranquilidad que en algún minuto dependió de él. Sintió la soledad y la oscuridad que días enteros yo había sentido. Tiempo después todo se pone en su lugar.

Yo huyéndole a la compañía. Él a la soledad. Yo tratando de reafirmar su olvido. Él tratando de reafirmar mi rostro en sus recuerdos.

Ambos nos dejamos ir. Uno de los dos marchándose y el otro dejándose ir, no se sabe.



Tiempo después, yo más segura y él más leal.




lunes, 22 de agosto de 2016

Uno llora y no sabe por qué.

Salen margaritas y girasoles cuando una herida sana. Llega el sol cuando las nubes se vacían. Llega una compañía cuando la soledad trata de asentarse. El vaivén agobiante de la vida es un huracán en el que vivimos, hace frío y a veces el calor sofoca; soledad y multitud. 


Cuando se está solo se conoce a quien habita en nuestro cuerpo, se conoce un ser auto-destructivo y perfeccionista que nos obliga a la critica propia, cuánto quisiera al estar sola conocer mis virtudes y aceptar la realidad, pero solo obtengo el lamentar de un ala herida. 

Ya nadie nota la existencia del dolor en mis ojos, y duele. 
Ya nadie nota la cicatriz que tengo en el cuello, y duele. 
Ya nadie nota mis ojos hinchados en las mañanas, y duele.
Ya nadie me despierta en las mañanas ni me despide en las noches, y duele, caray.

No entiendo el mensaje que me quiere dar la vida cuando junta todas mis tristezas en tan solo una noche en la que solo se escuchan los golpes de un alma que quiere salir huyendo de un cuerpo, un cuerpo que poco a poco se destruye, de un cuerpo que cada vez está más cerca al suelo o de una cama. Un cuerpo que ha perdido el brillo, la energía, el movimiento y el desplazamiento; despierto, estudio, me dedico a llorar unas cuantas horas escuchando la misma canción en inglés que siempre y duermo - a veces poco - y los días pasan.

Una tarde de amigos, licor, cigarros, marihuana y otro polvo, sexo, música a alto volumen, palabras obscenas y uno ríe, pero entre tanto jolgorio hay un momento de voz en off, te percatas de que estas riendo y que acabas de olvidar la miserable vida a la que te acostumbraron desde tu infancia, vuelves a estar triste, borracha y drogada, así se siente un poco menos el sufrir que te ha poseído por meses. Besas a alguien a ver si la tristeza se traslada de cuerpo, pero esa maldita se pega en tu alma como un niño a su mamá, no quiero ser la mamá de una angustia de tal tamaño, y ella no entiende, no se va. El sexo no puede llenar ningún espacio, la tristeza se ha instalado en toda la extensión, y duele. 

¿Quién ha dejado a esa pequeña maldita en mi cuerpo? ¿El amor? ¿Nací con ella? ¿La comí? No hay explicación, solo vive en mi. 

Un viejo amor me hizo separarme de ella por un corto pero largo tiempo, pero cuando se fue ese bonito amor, ella volvió y traía sed de  venganza contra mí, me desbastó  y desde ahí no me levanto los domingos de la cama. El amor de familia se ha acabado, o quizá fue la familia quien se acabó - el amor solo se transforma, él no desaparece -, sería injusto dar una verdad absoluta en donde solo hay una versión. La vida, hay días que tiene un pequeño sabor a mango viche con sal y otros días sabe a la comida que más odias o a besos sin ganas. 


He llegado a pensar que uno a veces necesita el abrazo correcto de la persona correcta, pero no. Uno necesita abrazarse a sí mismo y amarse. Se necesitan unas cervezas y un buen beso para levantarse el domingo y seguir. Se necesita tener ganas en la voluntad. Se necesita hacer un contrato entre la tristeza y las metas, que ella se acomode en un rincón de tu cuerpo y que puedas seguir escalando hacia el éxito, se necesita amar la soledad y la tristeza para que ellas huyan. Una falsa positivista en medio de la ansiedad.

miércoles, 9 de diciembre de 2015

Tener ganas.

Dos palabras: Tengo ganas.

Claro, tengo ganas de besarte tanto que sientas que el suspiro le da oxígeno a tus labios. Tengo ganas de tocarte el cuello y besarlo, no soy vampira, pero cuanto me gustaría poder clavarme en ti y hacer transfusión de amor directamente al alma. Tengo ganas de que esas manos grandes con que la vida te dotó toquen tras mi cuello y bajo mi cabello, además me gusta cuando lo haces con fuerza (Esa fuerza tuya es tener ganas). Te tengo ganas. Te tengo ganas desde las seis de la mañana a las once de la noche. Tengo ganas de pasar unas cuantas horas al día platicando de la dura jornada y del  calor  inhabitual, pero que ya lo hemos sentido cuando estamos a menos de dos centibesos. Tengo ganas de que me abraces por detrás y me susurres al oído canciones bellas, poemas cortos y frases nobles. Tengo ganas de acostarme en tu pecho y poder buscar figuritas en las nubes. Tengo ganas de estar bajo las velas y gemir de felicidad. Tengo ganas de leerte un libro. Tengo ganas de que riamos hasta que se nos olvide respirar. Tengo ganas de que me acompañes a estar bajo la inercia del sol. Tengo ganas que veas comer, vaya qué como mal, pero que te rías. Tengo ganas de verte dormido y que cuando despiertes esté yo. Tengo ganas de compartir silencios. Tengo ganas de gritar contra el viento bajando por la montaña. Tengo ganas de  todo lugar, en la silla, en la cama, en el la madera fría, en el baño y la bodega.  Tengo ganas de no dejarte morir en mi mente. Tengo ganas de recordarte siempre. Tengo ganas de extrañarte poco. Tengo ganas de correr porque se ha hecho tarde. Tengo ganas de ser tu paño de lágrimas. Tengo ganas de divorciarme de mi orgullo. Tengo ganas de pedirle un tiempo a la soledad. Tengo ganas de irme contigo, escapémonos, vamos. Tengo ganas de buscar y encontrar parques contigo. Tengo ganas de enseñarte porque mi forma de actuar y porque mi forma de quererte así, de a poquitos. Tengo ganas de que me esperes. Tengo ganas de que cada vez que me desnudes dejar dar un paseo a mis miedos y cerrarles la puerta. Tengo unas inmensas ganas. Tengo ganas de gastar mucha tinta en versos y besos. Tengo ganas de oler tu perfume siempre.  Tengo ganas de quitar el tonto cliché de que tener ganas es querer follarte locamente, claro, también tengo ganas de eso, pero tengo ganas de amarte o llevarte a marte. Tengo ganas de agradecerte por compartir la vida conmigo. Tengo ganas de encontrar a la muerte contigo. Tengo ganas de darte a probar mi delirío y mi paz.  Tengo ganas de coquetearte en mi vestido de flores. Tengo ganas de no recordar tu rostro y que tenga que ir a buscarte para no olvidarte. Tengo ganas de amarte por siempre y que me ames así sea solo hoy. 

Tengo ganas de que todos tengamos buenas ganas.